Sobrevivir

La sobrevivencia es un intento de permanencia pero la permanencia parece venir es sí de una conciencia más profunda, quizá anterior al tiempo.

Si la información es plástica gracias a un juego de presencia y ausencia de señal (Del tipo ceros y unos), el amor parece una necesidad de presencia de señal, una presencia continua.

No desaparecer como especie, es una forma de mantener la señal y así cada intento de guardar información de lo que era el ser en el momento anterior.

Esto significa que en ausencia de tiempo y por lo tanto de proceso y movimiento, nada falta ni puede faltar y la manifestación del ser es un presente continuo o simultáneo.

La ausencia de alguna de las posibles manifestaciones del Ser sólo acontece en la incapacidad de contemplar en simultáneo esta fecunda manifestación.

Pero no existiría la particularidad desmembrada e incompleta del ser, o si se prefiere, no habría un universo definido por sus límites ni contornos, ni nada de lo visible, ni objetos ni sujetos difrenciados sin la subjetividad en la contemplación.

La interpretación parcial es la que pone el contorno, la percepción nace en esa totalidad atemporal y adimensional.

Es ella la responsable de la sensación de tiempo y de los pulsos de ausencia.

El lenguaje binario de Dios: presencia y ausencia de señal.

Ahora bien, la pregunta es entonces. ¿Si la conciencia es eterna o atemporal, por qué busca el ser orgánico sobrevivir sobre todas las cosas?

La interpretación integracionista siempre entiende que toda pregunta nace de un estado de inconsciencia. Este estado de inconsciencia afecta todo el espectro interpretativo del Ser en el Ser. Así es que llamaré lectura a una interpretación que el ser hace sobre símismo multiplicando la incertidumbre en todas los fenómenos que perciba.

En vez de leer Ser, en su autocomprensión, es Ser lee lo que Parece Ser, y vez de deletrear bien su Presencia inalterable balbucea la persistencia de «Querer seguir siendo» seguir viviendo, cuestión que al final parece haber un sujeto con limites y gran ignorancia que sobrevive a toda costa como primer imperativo.

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